La economía mundial atraviesa un momento crítico, marcado por una recuperación moderada pero frágil. Según las últimas previsiones de la OCDE, el crecimiento global alcanzará el 3.2% en 2024, con un leve aumento al 3.3% para 2025 y 2026. Sin embargo, aunque estas cifras pueden parecer optimistas, en el fondo reflejan un panorama plagado de riesgos. Entre ellos, el resurgimiento del proteccionismo.
El comercio, que ha sido durante décadas un motor clave para la creación de empleo y la reducción de la pobreza, se encuentra bajo amenaza. Según la OCDE, el porcentaje de importaciones sometidas a restricciones ha crecido del 8% en 2020 a casi el 12% en 2024. Estas cifras revelan una preocupante tendencia hacia la fragmentación económica, que no sólo eleva los precios al consumidor, sino que también interrumpe cadenas de suministro vitales y debilita la capacidad de las economías para responder a choques globales.
En este contexto, el mensaje de la OCDE es contundente: el proteccionismo no es más que una peligrosa trampa. Aunque pueda presentarse como un refugio ante las incertidumbres del mercado global, en realidad funciona como un catalizador de inestabilidad. Dado que el incremento de aranceles y barreras comerciales no sólo agrava las tensiones entre naciones, sino que también genera impactos negativos a nivel interno, como el encarecimiento de bienes esenciales y la desaceleración del crecimiento económico.
Por ejemplo, mientras Estados Unidos prevé una desaceleración de su crecimiento del 2.8% este año al 2.1% en 2026, China enfrentará una caída similar, del 4.9% en 2024 al 4.4% en 2026, a pesar de esfuerzos fiscales y monetarios. Estos datos reflejan la influencia negativa de políticas restrictivas en economías líderes, donde el proteccionismo y las tensiones comerciales aumentan las dificultades internas como el enfriamiento del mercado laboral y el aumento de los ahorros precautorios.
En la zona euro, la situación es igualmente compleja. Aunque se espera una leve mejora en el crecimiento, con una proyección del 0.8% en 2024 y 1.3% en 2025, las economías de países clave como Alemania, Francia e Italia se muestran estancadas.
A pesar de ello, la disminución de la inflación ofrece cierto respiro para los bancos centrales, que comienzan a relajar sus políticas monetarias. Sin embargo, esta flexibilidad debe manejarse con cautela, ya que un manejo imprudente podría avivar nuevamente las presiones inflacionarias y socavar los ingresos reales.
Sin duda, la advertencia no puede ser subestimada y menos aún cuando la economía global puede lograr un crecimiento estable si se elige la cooperación por encima del aislamiento. La pregunta es si los líderes están dispuestos a enfrentar las tensiones geopolíticas con una visión a largo plazo, o si permitirán que el proteccionismo se convierta en una barrera para el futuro que tanto necesitamos construir. Por ahora, el reloj sigue corriendo y la dirección que tome el comercio mundial marcará el curso de la economía global por décadas.
Consultor y profesor universitario
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