La 16ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP-16) entra en marcha este domingo con su ceremonia inaugural en Cali, Colombia, que desde temprano recibió a algunos de los 12.000 visitantes previstos para el encuentro climático de 11 días.
Se prevé que el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Gutteres, volverá a alertar sobre la urgente necesidad de preservar el planeta, los océanos y las especies vivas.
El presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, pretende aprovechar esta oportunidad para que su país, uno de los más biodiversos del mundo, se ponga a la cabeza de la campaña mundial en favor de la naturaleza.
Su ministra de Ambiente, Susana Muhamad, que preside el Convenio de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (CDB), espera que los debates desemboquen en soluciones concretas cuando se clausure el 1 de noviembre.
“Colombia ha hecho un magnífico esfuerzo para lograr generar un clima de posibilidad, un clima de unidad, a pesar de la diferencia, y un clima que nos lleve decisiones que puedan llevar a ese proceso de paz con la naturaleza”, declaró el domingo antes de la inauguración.
La COP16 de Cali es la primera reunión de la comunidad internacional desde la adopción en 2022, durante la COP15, de una hoja de ruta sin precedentes para salvaguardar la naturaleza. Pero la aplicación de este acuerdo de Kunming-Montreal, con sus ambiciosos objetivos para 2030, no avanza lo suficientemente rápido.
Los países se habían comprometido a presentar antes de la COP16 una “estrategia nacional de biodiversidad” que refleje la parte que les corresponde en los esfuerzos por alcanzar los 23 objetivos mundiales fijados: proteger el 30% de la tierra y el mar, restaurar el 30% de los ecosistemas degradados, reducir a la mitad el uso de pesticidas y la tasa de introducción de especies exóticas invasoras y movilizar 200.000 millones de dólares anuales para la protección del medioambiente.
Pero aún no se han adoptado los detalles de estos mecanismos, que son cruciales para que los países rindan cuentas.
En Cali, se tratará de demostrar que se están cumpliendo las promesas para dar paso a nuevas expectativas ante la gran COP sobre el clima que se inaugurará dentro de tres semanas en Azerbaiyán.
Desafío de seguridad
Otro reto, la seguridad, también se cierne sobre esta COP. Cali está en alerta máxima bajo la amenaza de la guerrilla.
El Estado Mayor Central (EMC), la mayor facción escindida de la extinta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que rechaza el histórico acuerdo de paz firmado en 2016, está en guerra abierta contra el gobierno. Recomendó a los delegados que se abstengan de asistir a la COP16, prometiendo que “fracasará”.
La mañana del domingo, el ejército informó que sus tropas intervinieron en la carretera que une a Cali con Popayán, en el suroeste del país, después de que se registrara un “retén ilegal” por parte de combatientes del frente Dagoberto Ramos, adscrito al EMC. Tres guerrilleros resultaron heridos y detenidos.
Se espera que a la cumbre asistan 140 ministros y siete jefes de Estado, bajo la protección de unos 11.000 policías y soldados colombianos apoyados por personal de seguridad de la ONU y Estados Unidos.
Petro aseguró que la seguridad estaría “garantizada”, aunque admitió el viernes que él y sus colaboradores se encuentran “nerviosos” ante posibles amenazas.
El domingo se pudo ver un gran número de agentes de policía en el aeropuerto y en el centro de Cali, en las inmediaciones de los hoteles de las delegaciones, en la “zona verde” a lo largo de un río donde tendrán lugar numerosos actos públicos, y en la llamada “zona azul” donde se celebrarán los debates, acordonada por las fuerzas del orden, donde delegados y periodistas son estrictamente registrados a la entrada.
Colombia vive un conflicto interno que ha dejado más de 9 millones de víctimas en seis décadas.
El país alberga además un gran número de pueblos indígenas, muchos de ellos víctimas de la violencia, y pretende permitirles desempeñar un papel importante en los debates.
“Creo que gastamos mucho tiempo en las divisiones y nos olvidamos que la Madre Tierra está pidiendo a gritos. (…) Espero que los acuerdos que se hagan sean en base a la naturaleza, no en base a la economía, porque de qué me sirve tener dinero si no tengo un lugar donde vivir”, dijo a AFP Carlos Ignacio, representante de la asociación AKTenamit de Guatemala.
Agence France-Presse