El paso del huracán Milton dejó una marca imborrable en Celestún donde las familias perdieron su sustento de trabajo y sus pertenencias del hogar.

En Cartolandia, una comunidad especialmente vulnerable de Celestún, el agua aún cubre las calles. 

José Luis Méndez, vecino de la colonia, narra cómo el agua invadió su hogar, llevándose consigo todos sus electrodomésticos. 

“No pudimos salvar nada. El agua subió rápido y lo perdimos todo: el refrigerador, la televisión, incluso el colchón donde dormimos”, comenta con resignación

Ismael Valencia, pescador de la zona, relata cómo las lanchas, los motores y el equipo de pesca quedaron destruidos por la furia del huracán.

“Lo perdimos todo. La pesca es lo único que tenemos, y ahora estamos sin nada”, menciona, mientras observa lo poco que quedó de su embarcación.

Para los habitantes de este puerto, la llegada del huracán trajo consigo miedo y desesperación. 

“Antes de que Milton tocara tierra, no sabíamos si aguantaríamos. Los vientos eran terribles, como no habíamos visto desde Isidoro en 2002. Fue un susto tremendo”, comparte otro pescador, recordando cómo las olas arrastraron las lanchas hasta vararlas y romperlas contra las rocas.

Rosa María Ruiz Mena, también habitante de Cartolandia, señala las consecuencias del huracán en su vivienda. 

“El agua entró, como siempre, pero esta vez, además de la inundación, el viento se llevó el techo de una de las habitaciones. Vivimos cerca de la ciénaga, y cada tormenta es una amenaza. Solo pedimos que nos volteen a ver”, expresa, con la esperanza de recibir ayuda.

Mientras tanto, la comunidad se organiza para enfrentar la adversidad. Vecinos se ayudan mutuamente, limpiando los escombros y recolectando donaciones de alimentos y ropa. 

Sin embargo, las pérdidas son grandes y la ayuda insuficiente. Aunque las autoridades locales y estatales han comenzado a evaluar los daños, la reconstrucción de las viviendas y la recuperación de las actividades económicas parece lejana.

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