Dos terribles paradojas del Poder Legislativo:

San Lázaro, sitiado por temor a las protestas en la asunción de Claudia Sheinbaum a la Presidencia; la otra, el Senado, como nunca se vio ni en los peores tiempos del PRI, asumiendo una posición eminentemente partidista cuando, se supone, su deber es privilegiar la cohabitación de todas las ideologías.

Acudir a San Lázaro o sus inmediaciones a partir del viernes es un viacrucis debido a las cercas metálicas de más de dos metros que se instalaron para filtrar a quienes se acercan a la zona del Palacio Legislativo.

Para el día primero de octubre, fecha del cambio de estafeta en la Presidencia, diversas organizaciones que componen la llamada Marea Rosa habían convocado a una protesta masiva.

Lo mismo hicieron hace doce años, el PRD y el PT, durante la toma de posesión de Peña Nieto, y seis años antes, pero dentro del recinto parlamentario, los perredistas convertidos hoy a la secta morenista, lo hicieron para tratar de evitar que Felipe Calderón rindiera protesta como Presidente Constitucional.

Morena quiere que la toma de protesta de Sheinbaum sea de terciopelo, en la que no haya protestas ni manifestaciones ni internas ni externas, pues no solo quieren festejar “el legado’’ de López Obrador, sino el hecho de que será la primera Presidenta del país.

Hay incluso acercamientos con la oposición para tratar de que ese día no haya intentos de toma de tribuna, mantas o cartulinas de rechazo… como hacían ellos desde el desaparecido PRD y el PT.

No se conoce, por el momento, si la oposición cederá, ni siquiera si acudirá al evento.

Sheinbaum no se ha reunido con los presidentes de los partidos de oposición, ni con sus coordinadores parlamentarios no para negociar, sino para enviar una señal de apertura o de disposición al diálogo, algo que nunca hizo López Obrador en seis años.

La otra paradoja, grave por el mensaje, es el boletín de prensa que emitió el Senado el viernes pasado, luego de que Gerardo Fernández Noroña, denunciará “una agresión física y verbal’’ de un abogado en una sala VIP del aeropuerto de la CDMX.

El boletín oficial comienza informando de la “agresión’’ a Fernández Noroña, que ya presentó una denuncia en contra del litigante, a quien menciona por nombre y apellido.

Hasta ahí, normal.

El problema comienza cuando el Senado mexicano, que supuestamente debe representar a todo el país, se muestra clara y abiertamente como parte del movimiento político morenista.

Dice el boletín: “Este acto violento contra la integridad y la investidura del Senador, es totalmente inadmisible y se suma a la campaña de odio y violencia que se ha convocado desde la derecha contra quienes representan a los 35 y medio millones de personas que respaldan la Cuarta Transformación’’.

El Congreso que debía ser, como dicen en todo los anuncios, “la casa de todos los mexicanos’’, ha publicado, entre líneas, que se reserva su derecho de admisión.

Ni en los peores tiempos del PRI.

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Ninguna sorpresa en la reunión de cuates de Morena: Luisa María Alcalde será la presidenta y el hijo de López Obrador, Andrés, el mismo que ha sido involucrado en tráfico de influencias en beneficio de sus cuates, serán los dirigentes los próximos tres años.

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Sobre el botellazo de agua lanzado a López Obrador, parece montaje, pero si no lo fuera, sería el colofón del discurso de odio y división que él mismo sembró diariamente desde el púlpito presidencial.

En cualquiera de los dos casos, mal.

      Adrián Trejo/ @adriantrejo

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