En las orillas de una represa de aguas negras en el centro de México, Yury Uribe, residente de Tepetitlán, comienza a percibir un atisbo de esperanza tras años de incansable lucha contra lo que él describe como un “infierno ambiental”.
La presa Endhó, ubicada en el estado de Hidalgo, ha sido un vertedero de aguas residuales provenientes de Ciudad de México y su zona metropolitana, así como de desechos industriales y, en ocasiones, cadáveres.
Desde hace dos décadas, Uribe y su comunidad han enfrentado una batalla constante para mitigar los estragos de la contaminación en esta región agrícola, que también ha visto la contaminación de sus pozos de agua y un aumento en casos de cáncer. Ahora, su esfuerzo parece estar dando frutos con la inminente firma de un decreto gubernamental para la “restauración” de la zona, que marcará el inicio de un largo proceso para revitalizar este entorno devastado.
“Esperamos que haya un día en el que la tierra pueda recuperarse y no sea muerte lo que toquemos”, comenta Uribe, de 43 años, mientras sus vecinos denuncian casos de cáncer vinculados a la polución desde hace más de 25 años. Uribe forma parte del Movimiento Social por la Tierra, una ONG establecida en 2004 para visibilizar la crisis ambiental en una extensión de casi 25,000 hectáreas que el gobierno catalogó como “infierno ambiental” en 2019.
A pesar de los desafíos, los esfuerzos de la comunidad no han sido en vano. Tras tomar oficinas de la Secretaría del Medio Ambiente y la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en la Ciudad de México, los pobladores lograron que se realizara un estudio que fundamenta el plan de recuperación. Uribe califica estos avances como “esperanzadores” y como una base sobre la cual construir soluciones.
La presa Endhó, con una capacidad de 182 millones de metros cúbicos, se encuentra rodeada de árboles y sembradíos que reflejan una imagen pintoresca en sus aguas. Sin embargo, la realidad es muy distinta: en el agua viscosa flotan lirios, mosquitos, basura, e incluso cadáveres humanos, como lo constataron reporteros de AFP durante un recorrido reciente.
En Tepetitlán, la conversación gira en torno al cáncer, con residentes convencidos de que la contaminación es la causa de numerosas enfermedades gastrointestinales y renales. Irma González, una paciente de cáncer de mama de 47 años, atribuye su enfermedad a la contaminación del ambiente, mientras que su vecina Blanca Santos, de 64 años, también padece cáncer, esta vez en el pulmón.
Estudios realizados por Conagua confirman que el agua de pozos cercanos contiene altos niveles de metales pesados como arsénico y mercurio, provenientes de industrias que descargan sus aguas residuales en el río Tula y otros afluentes que desembocan en el embalse. Las autoridades han prometido investigar la relación entre la contaminación y las enfermedades reportadas.
AFP