Estimados lectores, en esta nueva columna estaré analizando temas que tienen que ver con el ambiente urbano, particularmente en Mérida y su región. Últimamente, la capital yucateca ha experimentado grandes cambios en temas ambientales, de migración, movilidad y muchos más que emergen de la cuestión urbana. Por esta vía me permitiré compartir mis opiniones al respecto con el objetivo de generar reflexión, debate e interés por algo que toda la gente disfrutamos —o padecemos— diariamente. 

Es preciso reconocer la expansión territorial que está manifestando la ciudad de Mérida en los últimos años y el impacto que este proceso tiene en diversos rubros: Deforestación, tráfico vial, contaminación ambiental, escasez de agua, apagones, olas de calor, sequías, pérdidas de vidas humanas y una gran cantidad de lisiados en hechos viales, incremento del volumen de basura y desechos tóxicos y muchos temas más que dependen de una buena, mala o nula planeación urbana. Ni el territorio ni los recursos naturales son infinitos. Sin límites, se llegará a niveles más críticos.

Pequeñas poblaciones cercanas a Mérida (como Cholul, Kanasín, Umán o Caucel) con tradiciones y costumbres centenarias de pronto se vieron rodeadas de interminables fraccionamientos urbanos y grandes condominios amurallados que han significado miles de hectáreas de deforestación de una milenaria selva baja caducifolia que aportaba importantes servicios ambientales a la ciudad. Este proceso no parece tener freno. Desde el cielo, Mérida pareciera un volcán que hizo erupción y esparció sus cenizas de urbanización a su alrededor. 

Hay infinidad de consecuencias de este proceso que apenas comienza la gente a percibirlas, como en la teoría de la rana hervida —analogía tan recurrente en temas de urbanismo y medio ambiente— que comprueba que cuando se coloca una rana en un recipiente con agua hirviendo, esta saltaría de inmediato y se salvaría. Pero si se mete a la rana al agua y ésta se calienta lentamente, la rana no percibirá el peligro y morirá.

Redireccionar el modelo urbano de Mérida es complejo y costará, más que dinero, prolongados procesos de aprendizaje y adaptación para lograr prescindir de muchos lujos que hoy unos cuantos disfrutan para hacer de Mérida una ciudad disfrutable para toda su población. 

Se requiere afrontar con mucha inteligencia el actual fenómeno de migración inédito que la región está experimentando. Muchos inmigrantes no solo vienen decididos a vivir en Mérida el resto de su vida, también suelen continuar con sus hábitos importados de aquella tierra donde ya no fue posible mantener una vida sostenible y segura; como vivir en condominios privados, ir a todos lados en automóvil, abusar del consumo de agua y de la energía eléctrica (grandes residencias totalmente climatizadas), costumbres que muy probablemente contribuyeron a que sus ciudades de origen sean esas a las que ya no quieren regresar. 

Sigamos conversando: juancarlosrojo@uas.edu.mx

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