Transitar por la colonia Miguel Alemán es hacerlo a través de avenidas que cuentan la historia de los orígenes de la expansión urbana en Mérida. Colonos relatan que, cuando el asentamiento comenzó a edificarse en 1947, nadie quería ocupar sus casas que comparaban con “cajas de cerillos”; y hoy, ya remodeladas, son algunas de las viviendas de mayor plusvalía en la capital yucateca.
Pese a la avasallante modernidad que los cambios generacionales han traído a la colonia, sus calles todavía transmiten un sentimiento de tranquilidad. En las aceras, los vecinos con rumbo a sitios comunes todavía se saludan bajo la sombra de los flamboyanes cuyas raíces, al paso de los años, han levantado el asfalto convirtiéndose en reductores de velocidad naturales.
En su “Registro y evolución de la colonia Miguel Alemán” la arquitecta María Elena Torres Pérez reafirma que, a mediados del siglo XX, nadie quería habitar el complejo que se edificó en terrenos de la hacienda Petcanché sobre una superficie de casi 600 mil metros cuadrados, pues se consideraba “lejos de Mérida”.
La Alemán fue diseñada por el ingeniero austriaco Juan Riess Santner quien concibió “una moderna colonia de mil casas para obreros, con todos los adelantos higiénicos inclusive servicios de drenaje y agua potable, de que ha carecido hasta ahora esta ciudad”.
“Siendo la primera colonia con servicios de infraestructura en la ciudad, requirió de la construcción de un cárcamo y de las primeras oficinas de la Junta de Agua Potable y Alcantarillado de Yucatán (JAPAY), lo que constituye un factor de orgullo en los colonos pioneros quienes enfatizan ser protagonistas en la introducción de esta vanguardia”.
Torres Pérez compartió que el proceso de edificación de las primeras mil viviendas se realizó con materiales prefabricados y por cuadrillas especializadas, convirtiendo a la colonia en el primer conjunto edificado en serie de Mérida, lo que representó un aumento considerable -en cantidad y calidad- en la obra de vivienda social.
También, añadió, su esquema de vivienda se basó en una básica programada para ser habitada por familias pequeñas; pero también con opciones de crecimiento: “Estas son las características que hacen que la que hace años se pensó como una colonia para obreros, hoy es una de las colonias de mayor plusvalía y calidad ambiental de la capital yucateca”.
Una de las peculiaridades de la colonia, subrayó la arquitecta, es la orientación de las viviendas. Se trata de la primera que se pensó con un trazo original no orientado en el sentido tradicional (norte-sur), sino se intentó que a ninguna de las fachadas le diera el sol directo.
La colonia está diseñada con un área central para tener los servicios y equipamiento que una zona -en ese entonces- alejada de la ciudad pudiera requerir: Parque, escuela, iglesia y mercado. Posteriormente, se añadió la gasolinera y el Cine Maya.
Desde hace 55 años la señora María Canto ha vivido en su casa de la 31d y se jacta de haber visto “en primera fila” la transformación de la Miguel Alemán. Desde su mecedora ha atestiguado como los niños que antes jugaban en las calles se han transformado en adultos; y la llegada de nuevos vecinos a las casas colindantes.
La septuagenaria recuerda como la Alemán fue cuna del rock and roll en Yucatán y cómo varios de esos jóvenes fueron cayendo en vicios que les quitaron la vida a edades relativamente tempranas. Producto de eso, señala, la colonia está “tapizada” de juntas de Alcohólicos Anónimos y otros grupos de autoayuda similares, pues el problema del alcoholismo persiste “y ha destruido familias”.
Como cualquier colonia, la Miguel Alemán es una de claroscuros, pero caracterizada por una unión vecinal -propiciada por el padre Alfonso Pech, fundador de su iglesia- que ha costado años forjar. A la fecha; y a pesar de que cada semana llega gente nueva, las personas continúan saludándose en la calle en una dinámica que, aseguran, “no cambiarían por nada del mundo”.