Teté tenía un perro; era su vida. Una tarde de abril, la niña María Teresa, de nueve años, recibió la que todavía considera la peor noticia: “Ramiro” había fallecido. La muerte de un animal doméstico llega a marcar profundamente a una familia, quienes buscan opciones para preservar sus recuerdos; sin embargo, muchos de estos seres forman parte de los que recoge la que son alrededor de 60 diariamente.
En una población creciente en animales domésticos, la necesidad de gestionar adecuadamente los restos de estos seres se vuelve vital. Según informes del Ayuntamiento de Mérida, cada año se recogen alrededor de 22 mil animales muertos en la vía pública, lo que equivale a 60 al día. Esta cifra revela una realidad que muchas veces pasa desapercibida.
Los animales muertos son llevados a un crematorio especializado que contrata el Ayuntamiento.
El servicio de recogida de animales en la vía pública es una solución práctica y necesaria para mantener la salubridad en la ciudad. Sin embargo, este método carece de la personalización y el cuidado emocional que muchos dueños buscan cuando pierden a una mascota que consideran parte de su familia.
Para quienes desean un adiós más personal y digno, el crematorio Cielo Animal se presenta como una alternativa. Este servicio no solo ofrece la cremación de las mascotas, sino también un acompañamiento. La tanatología, el estudio de la muerte y los procesos de duelo, ayuda a enfrentar la pérdida de sus compañeros.
La tanatóloga Gabriela Pérez Islas destaca la importancia de validar cada duelo: “Es necesario validar los duelos porque ninguno es comparable con otro. Comparar el dolor de perder a una mascota con otras pérdidas es un error, ya que cada experiencia de duelo es única y significativa”, aclaró.
El proceso de cremación en Cielo Animal, aseguran, es realizado con el máximo respeto y cuidado. Las cenizas se entregan en urnas personalizadas cuyos precios varían dependiendo de las preferencias y posibilidades de cada dueño. También hay urnas biodegradables y dijes para portar las cenizas del ser querido.
“Las urnas pueden ser de diferentes tamaños y materiales, desde pequeñas y sencillas de cerámica o vidrio hasta elaboradas y personalizadas con diseños especiales o grabados. Los relicarios, por otro lado, suelen ser más grandes y pueden tener formas y diseños más elaborados, como pequeños ataúdes o capillas”.
A pesar de las opciones modernas y profesionalizadas, muchas familias en Mérida optan por mantener la tradición de enterrar a sus mascotas en el patio de su hogar, como fue el caso de “Ramiro”, fiel chihuahua a quien su dueña -la pequeña Teté- no hubiera soportado tener lejos.
Esta práctica, aunque menos reglamentada y a veces criticada por cuestiones de salubridad, sigue siendo una elección para aquellos que desean mantener a sus compañeros cerca, en un entorno familiar de recuerdo y homenaje para reconectar emocionalmente con ellos.
El acompañamiento tanatológico, asegura Pérez Islas, no solo se centra en la validación del dolor, sino también en ofrecer estrategias para sobrellevar la pérdida. Esto incluye la creación de rituales de despedida, la expresión de emociones a través de palabras o acciones, y la construcción de recuerdos positivos que honren la vida de la mascota.
Para ella, la muerte de una mascota no debe ser subestimada ni minimizada. Es un momento que requiere apoyo, comprensión y respeto:
“Al contar con opciones que atienden tanto los aspectos prácticos como los emocionales, los dueños pueden encontrar la manera de honrar a sus fieles compañeros, asegurándose de que su memoria perdure de una manera significativa y reconfortante”, concluyó.