Imane Khelif, atleta que nació como mujer cisgénero y se identifica como tal, ha sido objeto de controversia debido a su hiperandrogenismo, una condición que causa niveles elevados de andrógenos en muchas mujeres. Este rasgo no le otorga ventajas desproporcionadas ni la hace menos mujer.
Khelif debutó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde compitió en la categoría de peso ligero femenino y alcanzó los cuartos de final, ubicándose en el quinto lugar tras ser derrotada por Kellie Harrington de Irlanda.
Su desempeño demuestra que, a pesar de su condición, no posee ventajas “sobrenaturales” que aseguren victorias automáticas.
Comparar la situación de Khelif con la de otros deportistas que tienen características físicas ventajosas por genética es pertinente. Jugadores de baloncesto más altos, nadadores con manos y pies más grandes como Michael Phelps, y Usain Bolt, con sus ventajas genéticas, compiten sin que sus características sean consideradas injustas.
Sin embargo, la participación de Khelif ha desatado una ola de desinformación, discursos de odio y falsedades en medios de comunicación y redes sociales.
La falta de ética y responsabilidad periodística es alarmante; algunos comunicadores, en su afán de promover ideologías personales o religiosas, difunden información falsa que perpetúa estigmas y discriminación.
A pesar de que los datos proporcionados por el Comité Olímpico respaldan la realidad de los sucesos, estos comunicadores manipulan la información para respaldar sus agendas de odio.
El periodismo debe basarse en la verdad y la responsabilidad, no en la distorsión para satisfacer agendas personales.
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Es esencial que los periodistas mantengan una perspectiva centrada en los derechos humanos y ofrezcan información precisa y responsable. La ética periodística no es opcional, sino una obligación para promover una sociedad más informada y justa.
ABRAHAM BOTE