El personal de las escuelas debe prepararse para hablar del tema de suicidio con los alumnos, consideró Edgardo Flores Herrera, integrante de la Asociación Yucateca de Suicidología.
Advirtió sobre la importancia de esta preparación, pues, dijo, desafortunadamente, en un mundo digital, la presencia del pensamiento suicida es más común de lo que la sociedad quisiera reconocer.
“Contar con información actualizada permitirá actuar correctamente, atender de forma pertinente a estas personas y evitar algún tipo de intento o muerte por suicidio,” señaló el psicólogo especializado en estos temas.
Reiteró la relevancia de que el personal de los centros educativos aprenda a identificar las señales de alerta para ayudar a quienes puedan estar en una condición de riesgo suicida.
El martes pasado, un nuevo caso de suicidio se suscitó en una colonia al norte de Mérida, donde un menor de 11 años se quitó la vida. De acuerdo a registros hemerográficos, 13 menores de edad han sido víctimas de este fenómeno, por lo que el papel de las escuelas y las redes de apoyo cobra vital importancia ante esta situación.
Flores Herrera mencionó que es esencial aplicar un protocolo: “La persona que acompaña a quien está en esta condición debe seguir un plan de seguridad”.
Esto, explicó, es fundamental para saber cómo actuar en caso de una crisis. Lamentablemente, indicó, esta es una práctica poco conocida.
“El plan de seguridad es un esquema protocolizado en el que la persona con riesgo suicida identifica señales de alerta y activa una serie de pasos para reducir el malestar”.
Entonces, continuó, el entorno se involucra para acompañar a esta persona en la aplicación de estos pasos y evitar una condición crítica.
Ejemplos de estos pasos incluyen que la persona identifique pensamientos que indican una crisis inminente o que alguien externo reconozca una señal de alerta, como expresar el deseo de morir o desaparecer.
“La persona debe tener una lista de actividades o acciones que pueda realizar para reducir el malestar. Estas deben ser actividades que no la pongan en riesgo a sí misma o a su entorno,” precisó.
Si esto no funciona, se debe contar con una lista de personas que, aunque no conozcan la condición, estén disponibles para realizar alguna actividad que distraiga a la persona en crisis.
El cuarto paso es acudir a personas con conocimiento de la condición, que hayan recibido capacitación o una sesión de psicoeducación sobre el riesgo suicida, y que ofrezcan un entorno libre de juicios.
En el punto cinco se incluyen las líneas de atención y crisis disponibles las 24 horas. Finalmente, se debe asegurar que en todos los espacios sociales exista un “espacio de seguridad” donde se minimice el acceso a cualquier instrumento con el que la persona pueda hacerse daño.