La milpa maya, como la conocemos, tiene el riesgo de desaparecer, ya que la mayoría de las personas que se dedican a la preservación de este conocimiento de los pueblos originarios son adultos mayores.
Las nuevas generaciones tienen poco interés en replicar este método ancestral de autocultivo, así lo advirtió el titular de Recursos Naturales del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), Miguel Ángel Fernández Barrera.
El especialista explicó que las nuevas generaciones, que en un principio podrían ser el relevo de las ya salientes en el campo yucateco, en su mayoría no están interesadas en dedicarse al sector primario de la producción; más bien, se interesan en otros sectores, con el fin de tener mejores ingresos. En tal sentido, la milpa deja de ser una de sus últimas opciones.
Fernández Barrera recordó que prácticas de los conocimientos ancestrales como la milpa maya no solo son un motor que impacta la economía local y la seguridad alimentaria, sino que al mismo tiempo tienen efectos en los sistemas agrícolas para combatir los evidentes impactos del cambio climático, fenómenos tales como las intensas sequías que contrastan con temporadas de abundantes lluvias y cada vez más frecuentes periodos de ciclones tropicales más numerosos o intensos.
Si bien es cierto que la milpa maya ha recibido un reconocimiento a nivel mundial por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por su complejidad, la cual incluye el cultivo combinado de elementos muy presentes desde tiempos ancestrales en América, como frijol, calabaza, maíz y chile, convirtiéndose en la base de la alimentación, cada vez menos personas se dedican a la preservación de este conocimiento, y aún más escasa es la presencia de juventudes en el agro yucateco.
Y es que para Candelario Nho, una persona que se dedica a la milpa en su natal Sihó, comisaría de Halachó, sus hijos se han negado a continuar con la herencia familiar, ya que consideran que el campo no deja para vivir, por lo que decidieron salir de su comunidad para encontrar otras fuentes de ingreso, con mejores salarios y oportunidades para sacar adelante a sus familias. Si bien lamentó esta situación, también dijo que entiende esta postura, ya que, en la actualidad, efectivamente el trabajo del campo no es reconocido.
Consideró que, además de los apoyos, se necesita más promoción para preservar la milpa maya tal y como la conocemos; asimismo, comentó que es fundamental que las personas tomen en consideración los beneficios que tiene este conocimiento ancestral, no solo por su importancia per se, sino las posibilidades y soberanía alimentaria que este método puede ofrecer.
“Con la milpa se puede comer más saludable porque son productos orgánicos, naturales. También se protege una actividad que tiene más de tres mil 500 años, la cual se ha convertido en patrimonio cultural de la región,” destacó.
Por su parte, el especialista en estos temas e ingeniero agrónomo, Bernardo Caamal Itzá, recordó que el ichkool, o las prácticas que se dan dentro de la misma milpa maya, no solo están relacionadas con la soberanía alimentaria, sino también con la gran diversidad de semillas nativas que se cultivan en estos espacios.
“Hoy cada vez estamos más lejos de practicar este milenario sistema que no solo une a las familias y comunidades, sino que permite el tsíibal, o esas profundas pláticas de los actores del territorio, destacando el papel de la gente de mayor edad”, concluyó.