Una pregunta casi obligada entre yucatecos es la de “¿y dónde ‘te agarró’ el huracán?” (esto en función de su edad) y prácticamente todos tienen una historia que contar.

Así, de cuestión en cuestión es que se puede ir dibujando la postal de un Yucatán que se ha reinventado tras cada paso de estos fenómenos; de un estado cuya gente mayor a 30 años está, en cierto modo, marcada por su paso y guarda recuerdos agridulces en su memoria.

Los últimos dos ciclones que azotaron fuertemente a la entidad, estos también han servido para reforzar los valores familiares y la solidaridad entre quienes habitamos estas lajas. Tal es el caso de la señora Bertha Alpuche, quien, luego de 25 años, conoció a sus vecinos tras el paso del infame “Isidoro”, hace casi 22 años.

Es poco común que en colonias como la Miguel Alemán no se conozcan entre vecinos. No obstante, al llegar doña Bertha (hace casi 50 años), recuerda que le costó trabajo integrarse a la dinámica social que fue hasta después de ‘Isidoro’ que se conocieron pues se apoyaron para arreglar sus casa y limpiar la zona.

Una de las calamidades que dejó este huracán, que tuvo a bien “estacionarse” por más de 15 horas en Yucatán, fue la falta del suministro de energía eléctrica, hecho que volcó a varios comerciantes a las fábricas de hielo a fin de conservar sus productos, aunque no siempre les fue posible y varios terminaron por donarlos.

“Recuerdo que mi esposo y yo, ingenuamente, compramos un kilo de jamón y un kilo de queso, pan, entre otros insumos. Al darnos cuenta de que no los íbamos a poder almacenar, pues hicimos un chorro de sándwiches y los fuimos a donar al Club de Leones para que pudieran aprovecharse entre quienes los necesitaran”, contó la mujer.

Otro de los afectados por la falta de “luz” fue don Daniel Arcila, propietario de uno de los expendios de cerveza de la colonia, quien tuvo que pasar maratónicas jornadas en la fábrica de hielo “La Atlántida” en compañía de su familia, ya que el suministro de este insumo estaba limitado a una marqueta por persona.

“Entonces, ahí nos íbamos a hacer la fila una y otra vez con mi esposa y mis dos hijos para poder enfriar la cerveza, porque eso sí, no había ley seca, entonces éramos el único ‘Cervellama’ en la zona que la tenía bien fría. 

Así nos la llevamos hasta que se nos gastó el producto y eso evitó que nos muriéramos de hambre”, relató el comerciante, ya retirado.

La falta de energía eléctrica también llegó a afianzar lazos familiares, como en el caso de la familia Ricalde, cuyos integrantes (primos, tíos y abuelos) se reunían cada día religiosamente en torno a una mesa alumbrada por velas a jugar lotería. Hoy, asegura Liliana, es un recuerdo que atesora “de cuando la familia era unida y vivían los abuelos”.

Nuevas experiencias

La promoción de Mérida como una ciudad segura y su consecuente explosión demográfica ha sido la causa de que muchas personas vayan a vivir su primer huracán, lo que, desde luego, ha generado nerviosismo entre la comunidad foránea y una serie de medidas “atípicas” de las que hemos informado en publicaciones anteriores.

Una de estas personas es Yamili Barrera, quien desde la red ha externado sus inquietudes con respecto a lo que podría pasar tras el paso de “Beryl” por el estado. Con las inundaciones del 2020 todavía frescas en la memoria, la joven “no sabe qué esperar” con la entrada de un fenómeno evidentemente de mayores proporciones.

“Yo ya vivía en Las Américas cuando nos inundamos, estuvo terrible. No pudimos salir del fraccionamiento en casi cinco días y la verdad es que tenemos miedo de que algo así pueda volver a suceder. Y no solo soy yo, también varios vecinos están viviendo la misma incertidumbre, ya vimos que aquí en Mérida son unas por otras”, comentó.

FRASES

 “Fue hasta después de ‘Isidoro’ que conocimos a todos, pues nos ayudamos a levantar nuevamente nuestras casitas, quitar árboles y todo tipo de actividades en apoyo a la iglesia y la comunidad”.

Bertha

Vecina de la colonia Miguel Alemán 

PIE 

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