El Sistema Estatal de Protección Civil clasificó a 29 municipios como zonas susceptibles a anegaciones en niveles medio y alto, y que en estas zonas de riesgo viven 515 mil 019 personas que habitan 134 mil 628 viviendas.
Según el documento, las zonas costeras son especialmente susceptibles durante la temporada de huracanes y tormentas tropicales. Municipios del norte y noreste como Progreso, Dzidzantún, Dzilam de Bravo y San Felipe se encuentran en esta categoría de riesgo.
La región de la costa oriente, que incluye Río Lagartos y Tizimín, también figura en el mapa de zonas propensas a inundaciones. En el interior del estado, las áreas bajas de Mérida son particularmente vulnerables durante la temporada de lluvias intensas.
La zona sur del estado no está exenta de este riesgo. Municipios como Tekax y Peto pueden sufrir inundaciones por desbordamiento de ríos subterráneos, un fenómeno característico de la geología kárstica de la península.
Las regiones kársticas, áreas con depresiones naturales del terreno que tienden a acumular agua, son otro punto de preocupación. Asimismo, las zonas cercanas a cenotes y aguadas pueden desbordarse en épocas de lluvia intensa.
Francisco Bautista, investigador del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM, explica que Yucatán es susceptible a inundaciones por varias razones.
En las zonas costeras predomina lo que los científicos denominan “planicie kárstica baja”, situada a menos de 10 metros sobre el nivel del mar, donde confluye el agua del centro de la península.
“Entonces no solo se inundan por lo que llueve en el área, sino por lo que les llega de otros territorios del centro de la península”, advierte Bautista.
En el sur del estado, el “karst juvenil” o “kancabales” son suelos profundos y arcillosos donde el agua tarda en filtrarse.
“Esos lugares situados en municipios como Peto o Tekax, es decir, al sur del estado, son susceptibles a inundarse”, señala el experto.
Al oeste de Tzucacab, en la zona limítrofe con Campeche, se encuentran las “sabanas”, planicies “en escalones” que también tienden a inundarse.
Bautista explica que estos suelos profundos y arcillosos se inundan con el agua de lluvia, situación que se agrava durante los huracanes.
La zona norte de Mérida se inunda porque el agua llega “de abajo hacia arriba” y no por la lluvia directa.
“Se inunda por el agua que llueve en otros lugares y desemboca por debajo del suelo”, aclara Bautista.
El investigador y su equipo estudiaron desde 2007 el caso del norte de Mérida, documentando en el Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio.
En ese entonces, recomendaron declarar esta zona como Área Protegida Arqueoecológica, dada la presencia de vestigios mayas. Sin embargo, la urbanización continuó, ignorando estas advertencias.
El riesgo de inundación varía según factores como la intensidad de las lluvias, el estado de la infraestructura de drenaje y los cambios en el uso del suelo. La expansión urbana en zonas históricamente inundables ha exacerbado el problema.
Bautista advierte que en muchas de estas áreas propensas a inundaciones, “no hay nada que hacer” más que detener la construcción de nuevas viviendas.
El llamado “paso deprimido” en Mérida es un ejemplo de infraestructura construida en una zona naturalmente inundable.
La pérdida del conocimiento tradicional maya sobre las zonas de riesgo ha contribuido al problema. En el pasado, las comunidades construían sus casas en montículos, evitando las partes bajas propensas a inundarse. Este conocimiento se ha ido perdiendo con el tiempo.
La recomendación principal es detener el crecimiento urbano en zonas de riesgo. Sin embargo, persisten prácticas cuestionables en el desarrollo urbano, con ingenieros y autoridades que permiten construcciones en áreas conocidas por su propensión a inundarse.
El Atlas de Riesgos del Estado de Yucatán, junto con informes de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), son recursos clave para entender y mapear estos riesgos. No obstante, la implementación de medidas preventivas y la planificación urbana responsable siguen siendo desafíos pendientes para las autoridades y la población de Yucatán.
Juan Manuel Contreras