A miles de kilómetros de Gaza, Samar Alghoul, una estudiante de medicina en Cuba, ha vivido los ocho meses de guerra entre Hamás e Israel en el dilema de volver a su tierra para estar al lado de su familia o seguir preparándose para cumplir su sueño profesional.
Samar, que habita un cuarto compartido con otras seis chicas en una residencia estudiantil en La Habana, dice que muchas veces quisiera regresar con su madre, hermana y dos hermanos a Gaza. “Es más fácil para mí estar con ellos que con todos estos pensamientos”, sin saber “qué beben, qué comen, dónde duermen”.
Pero olvida esas ideas cuando recuerda lo que su mamá le dice en sus esporádicas comunicaciones: “Estamos orgullosos de ti, de que tenemos un miembro de la familia fuera de Gaza, para estudiar medicina”, narra a AFP la joven de 21 años.
La guerra estalló el 7 de octubre, cuando comandos de Hamás atacaron el sur de Israel y mataron a 1.194 personas, según un balance de la AFP basado en datos oficiales israelíes. Los milicianos islamistas tomaron 251 rehenes.
En respuesta, Israel lanzó una ofensiva área y terrestre que se ha cobrado más de 37.000 vidas en Gaza, según el Ministerio de Salud del territorio palestino.
Samar supo que su familia tuvo que desplazarse varias veces por bombardeos. Una de ellas tras un ataque a una mezquita contigua a la casa donde se encontraba. Tuvieron que salir de los escombros. Recientemente se mudaron a Deir al-Balah desde una localidad que carecía de agua e internet.
“Abren el Whatsapp, me envían un mensaje de ‘estamos bien’. No sabes cuándo vas a tener noticias”, dice la joven con un hiyab sobre la cabeza.
– “Muy triste” –
En su segundo año de medicina, Samar recuperó las fuerzas tras una profunda depresión. Se convirtió en activista y ahora su objetivo no solo es estudiar, sino difundir “la causa palestina”.
La joven está entre los 75 gazatíes de 247 becarios palestinos que estudian medicina en Cuba subvencionados por el gobierno cubano, indica el embajador Akram Samhan.
La tradición cubana de recibir estudiantes extranjeros en sus universidades -una parte becados- ha permitido a unos 1.500 palestinos formarse profesionalmente de manera gratuita desde 1974 en la isla, precisa el diplomático.
Tras la pérdida de su mejor amigo al principio de la guerra, Motee Almashar, otro estudiante de 24 años, recuerda que no podía concentrarse.
Ahora, Motee y sus amigos tratan de retomar la normalidad “para quitar un poco de estrés”. “Pero cuando uno toca el teléfono, ve las noticias” y es imposible, admite en el pequeño departamento que habita en La Habana.
Una de las últimas veces que habló con su madre “estaba muy triste” por un bombardeo a principios de mayo en Rafah, su ciudad natal. “Murieron mis primos, tres tíos míos, una tía y mi abuela. Toda la familia de mi mamá”, lamenta.
Cuando Hamas atacó a Israel el 7 de octubre, en Cuba era de noche y Mohammed Refat Almassri, que ha perdido a un tío y ocho primos, departía con seis amigos palestinos en la sala del departamento donde vive en un populoso barrio habanero. Un espacio lleno de banderas y kufiyuas colgadas de las paredes.
“Sabía que vendría una reacción catastrófica” de Israel, dice este joven de 26 años, a punto de recibirse de médico.
© Agence France-Presse