Es mediodía en el ajetreado corazón comercial de Buenos Aires y ni un cliente entró aún en la zapatería, sin embargo en los negocios vecinos de compra de oro hacen fila para liquidar ‘las joyas de la abuela’ como última carta para afrontar la crisis.
“Los afectos quedan de lado cuando te tapan las deudas”, explica a la AFP Mariana, que cambió por dinero en efectivo el reloj que su abuelo le había obsequiado a su padre cuando se graduó.
A los 63 años, su jubilación como empleada judicial no le alcanza para cubrir gastos básicos carcomida por una inflación de casi 300% interanual.
El dinero que recibió por el reloj, suma que prefirió no develar igual que su apellido, será destinado a cubrir “deudas de expensas (gastos de vivienda) y varias cuotas atrasadas de la (medicina) prepaga”.
La historia de Mariana es la de cientos que acuden cada día a El Tasador, una de las principales casas de compra-venta de joyas de Buenos Aires, situada en pleno centro porteño donde abundan los carteles “compro oro”.
En su sala con aires art decó unos diez clientes aguardan para vender. “Ha habido muchísimas personas últimamente, creo que por lo que está pasando en el país, personas que quizás tenían piezas que no pensaban vender y deciden hacerlo porque no llegan a fin de mes”, dice a la AFP Natalia, una de los cuatro tasadores de la casa.
Sólo en este lugar se realizan unas 300 operaciones diarias, el triple de las que hacían hasta el año pasado.
En los canales de televisión hay al menos cinco shows de tasaciones auspiciados por las principales joyerías, parte del marketing del rubro donde hay fuerte competencia.
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