Como en 1831, partieron del puerto inglés de Plymouth para recrear la travesía por el mundo del naturalista Charles Darwin. Ahora en Galápagos, encontraron un archipiélago distinto del que acunó la teoría sobre la evolución de las especies en el siglo XIX.
A bordo del “Oosterschelde”, un restaurado barco de tres velas que alberga el proyecto Darwin200, científicos y ambientalistas replican desde agosto el periplo del padre de la biología moderna, que en 1835 arribó a las islas frente a la costa de Ecuador.
En un homenaje al trabajo de Darwin, la iniciativa científica, que se cocinó durante una década, busca formar nuevos líderes conservacionistas.
En la embarcación viaja parte del ADN del naturalista inglés: la botánica Sarah Darwin, descendiente en línea directa, integra el equipo que llegó el 25 de abril a la isla San Cristóbal, a unos 1.000 km de la costa continental ecuatoriana.
La científica compara el estado del archipiélago que su ancestro encontró poco después de su anexión a Ecuador (1832), cuando tenía poca presencia humana, con el actual territorio, protegido desde 1959 y considerado Patrimonio Natural de la Humanidad.
“Creo que probablemente la principal diferencia es que, ya sabes, ahora hay personas trabajando para proteger las islas”, dice a la AFP la mujer de 60 años.
En la época de la colonia, las islas de flora y fauna únicas en el mundo fueron un centro de abastecimiento de piratas que se llevaban a las tortugas gigantes que le dan su nombre para alimentarse. Luego, una base militar de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Si Charles Darwin “pudiera volver ahora y ver los esfuerzos que todos están haciendo, tanto local como globalmente, para proteger estas islas extraordinarias y esa biodiversidad, creo que estaría realmente, realmente emocionado e impresionado”, agrega la botánica, que lleva consigo un ejemplar de “El origen de las especies” de su ancestro con sus frases favoritas subrayadas.
Desde Galápagos, la joya de la corona en la expedición de Darwin, el “Oosterschelde” zarpará el domingo para seguir recorriendo el planeta hasta 2025 con paradas en Tahití, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, entre otros países.
– “Un mundo diferente” –
Sarah Darwin visitó Galápagos por primera vez en 1995 con el objetivo de ilustrar una guía sobre plantas endémicas. Después se dedicó a estudiar los tomates autóctonos. Ahora acompaña a los futuros científicos inspirados en su tatarabuelo.
La bióloga apunta que hay “hermosos paralelos” entre el viaje del “Oosterschelde”, una goleta neerlandesa fabricada en 1917, y el “HMS Beagle” que llevó a su antepasado hasta Galápagos con 26 años.
“Esto es un símbolo de aventura y (es) enormemente valiente”, sostiene.
En el “Oosterschelde” navegan jóvenes que se están formando como ambientalistas y participan en el proyecto para constituir un grupo de 200 herederos del darwinismo que levante su voz a favor del medioambiente, en un momento en que el mundo atraviesa una crisis climática con sequías, inundaciones y pérdida de biodiversidad.
En cada puerto, nuevos entusiastas de la ciencia mayores de 18 años se van sumando.
“Hemos llegado a lugares donde él (Darwin) fue y hemos pisado sus huellas, pero nos encontramos con un mundo totalmente diferente después de 200 años. Este mundo ha cambiado mucho”, comenta a la AFP el holandés Rolf Schreuder, coordinador científico de la iniciativa.
Con 54 años, Schreuder se conmueve. “Podemos leer sus diarios y ver lo que está sucediendo en nuestro mundo real en este momento” para evaluar los cambios y buscar soluciones, añade.
– Ciencia y comunidad –
En Galápagos, los expedicionarios han trabajado con investigadores de la privada Universidad San Francisco de Quito (USFQ), la Fundación Charles Darwin y Conservación Internacional en programas sobre especies invasoras, tomates endémicos, escarabajos, rayas y tortugas.
“Estas colaboraciones no solo destacan la unión entre científicos, sino que también ofrecen una visión más amplia del impacto del cambio climático en la biodiversidad de la región”, señaló la USFQ en un comunicado.
Laya Pothunuri, una joven líder de Darwin200 que viajó desde Singapur, destaca el valor del archipiélago ecuatoriano para la ciencia.
“Creo que tiene mucha biodiversidad y especies. Nada que se compare con otros lugares”, expresó a la AFP esta ingeniera mecánica de 23 años, que muestra preocupación por la amenaza del plástico para el frágil ecosistema.
Por ello, trabaja para mejorar el sistema de riego de cultivos de café en las islas. “Planeo hacerlo usando plástico reciclado, que también, nuevamente, es un gran problema aquí”, sostiene Pothunuri, que nació en India.
El año pasado, un estudio de la ONG Charles Darwin reportó que tortugas gigantes de la especie Chelonoidis porteri estaban ingiriendo materiales dañinos en áreas urbanas y alrededores.
Las muestras tomadas evidenciaron que un 86% de los residuos consumidos correspondía a plástico, 8% a tela y el resto a metal, papel, cartón, materiales de construcción y vidrio.
© Agence France-Presse