Ataviado con colmillos de jaguar y plumas, el curandero colombiano Claudino Pérez sirve a sus fieles un brebaje oscuro y espeso, la ayahuasca. Acaba de reanudar sus ceremonias tras dos años de cárcel en México por transportar esa bebida ancestral de los pueblos indígenas amazónicos.
Colombianos y extranjeros que quieren aliviar malestares del cuerpo y el espíritu beben en un ritual la preparación hecha con plantas alucinógenas de la Amazonía. Algunas de ellas contienen Dimetiltriptamina (DMT), un compuesto psicoactivo natural, pero prohibido en la legislación mexicana por ser “susceptible” de un “uso indebido”.
En marzo de 2022, el taita, como se le conoce a la autoridad del pueblo Uitoto, fue capturado en el aeropuerto de Ciudad de México, ya que la fuerza a cargo de combatir el narcotráfico en la terminal aérea encontró DMT en botellas de ayahuasca de su equipaje.
“Allá uno no es más que otro delincuente (…) nos catalogan como narcotraficantes”, se queja el curandero de 63 años en una entrevista con la AFP en el municipio de La Mesa, al oeste de Bogotá.
Según la abogada de Pérez, la fiscalía mexicana pidió una pena de 25 años en su contra por “introducción de narcóticos”, pero un juez dio por terminado su proceso en una audiencia de sobreseimiento al no encontrar razones para su detención.
Su caso abrió un debate entre la conservación de las tradiciones indígenas y la feroz guerra contra las drogas.
En los últimos años, otras ocho personas, la mitad de ellas de pueblos originarios de Colombia, Perú y Brasil, fueron capturadas en México por las mismas razones y luego liberadas.
– “Zona gris” –
De acuerdo con la ley mexicana, el DMT constituye “un problema especialmente grave para la salud pública”. Aunque expertos no han comprobado que sea adictivo, el psicoactivo está prohibido en Estados Unidos, Canadá y algunos países de Europa.
Pérez rechaza estas restricciones, pues como curandero recorre el mundo con la ayahuasca. Lo buscan, dice, para tratar dolores ligados a los tratamientos de graves enfermedades o para dejar adicciones.
En los pueblos indígenas colombianos el 84% de los mayores de 12 años ha hecho uso de la ayahuasca como medicina tradicional, según cifras oficiales.
Julián Quintero, director de la ONG sobre temas de drogas Acción Técnica Social, asegura que “hay una zona gris que los países de América Latina deberían regular” sobre su “uso ancestral y uso ceremonial por parte de las comunidades”.
Sin embargo, el sociólogo subraya que algunas de estas bebidas están “saliéndose de los contextos rituales” indígenas dada la “tendencia mundial de regresar a las experiencias de tipo espiritual”.
A su entender, es necesario precisarlo legalmente: “Quiénes son los que tienen esta potestad (de usar la ayahuasca responsablemente) y cómo se hace, y que esto no se esté desviando para una venta comercial netamente recreativa”.
Para convencer al juez mexicano del uso milenario de la ayahuasca, el gobierno izquierdista de Colombia envió a México académicos que respaldaron la postura de Pérez. El presidente Gustavo Petro reconoció que probó el brebaje.
Pérez asegura que ya había ido más de 30 veces a México desde que era joven.
La Marina, la fiscalía y la administración del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México no respondieron a requerimientos sobre estos procesos.
Organizaciones critican la política antidrogas del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador por presuntamente ser blando con los narcotraficantes.
– Heroína y cocaína –
De forma contraria a México, en Perú la ayahuasca es patrimonio inmaterial del país.
El 26 de septiembre de 2023, Lauro Hinostroza, chamán del pueblo amazónico peruano Shipibo-Konibo, aterrizó en Ciudad de México para presidir el Congreso Internacional de Medicina de los Pueblos Indígenas, pero corrió la misma suerte que su colega Pérez.
En un local de medicina ancestral en Ciudad de México, vestido con bata y gorro ceremoniales, Hinostroza trabaja mientras consigue el dinero para regresar a Perú tras recobrar la libertad en marzo.
A sus 71 años, no se explica por qué terminó tras las rejas. En “la curación la herramienta de trabajo es la planta, la ayahuasca”, alega. Prende un cigarro de tabaco y sopla el humo sobre una diminuta vasija. Luego da unos sorbos y comienza a danzar y cantar.
“En realidad a nosotros nos detienen por pobres y por curanderos (…) el delito es ser indígena”, insiste.
José Campos, un chamán mestizo peruano, atiende a la AFP en la región amazónica de Yarinacocha, adonde regresó tras haber estado dos años “en un cuartito muy pequeñito” y frío en prisión.
“Eso fue feo y durísimo”, lamenta.
Entre los pocos documentos oficiales públicos sobre estas detenciones, un dictamen de la Comisión de Asuntos Indígenas del Senado mexicano reprocha que “se han equiparado a las plantas ancestrales con propiedades psicoactivas con narcóticos como la heroína y la cocaína”.
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