El actor Ernesto Gómez Cruz, quien perteneció a la generación del Teatro Universitario y de Bellas Artes, que a mediados de la década de los 60 tomó por asalto al nuevo cine mexicano, ya que las grandes estrellas de la época de oro se formaban en las carpas o compañías de teatro, falleció a los 90 años.
Participó en más de 200 producciones de cine, teatro y televisión. Nacido el 7 de noviembre de 1933, en Veracruz, llega muy joven y apenas con estudios primarios a la Ciudad de México, donde, gracias a una beca, se matriculó en el Instituto Nacional de Bellas Artes.
“Lo curioso es que él viene de una familia de brujos veracruzanos que decían debía seguir la tradición familiar o le iba a caer la maldición, pero él ejerció diversos oficios, incluso fue fotógrafo. Por eso, cuando manda su foto para la audición en Los Caifanes, no contaba con fijador, así que después de revelar la imagen corrió a dejarla al cineasta Juan Ibáñez, porque sabía que se iba a borrar”, dijo en entrevista con este medio, el crítico de cine Sergio Raúl López.
Los Caifanes, de 1966, fue su primera gran participación en el cine nacional, donde compartió créditos con Óscar Chávez, Eduardo López Rojas, Enrique Álvarez Félix y Sergio Jiménez.
Pero también se le recuerda por su actuación en películas como El Callejón de los Milagros, El Infierno, El Crimen del Padre Amaro, El Águila Descalza, Canoa, La Ley de Herodes, entre muchas más.
Tras lamentar el fallecimiento del primer actor, la Secretaría de Cultura federal señaló que estas cintas serán recordadas como un legado invaluable del cine nacional.
En televisión se le recuerda especialmente por su protagónico en la telenovela El Padre Gallo, mientras que en el teatro fue figura protagónica en la obra musical Aventurera.
Según el moderador del último conversatorio público por el 50 aniversario de Los Caifanes y en que estuvieron presentes el actor, Julissa y Óscar Chávez, Gómez Cruz era un hombre muy cercano a la gente.
“Antes de abordar cualquier papel recorría las calles ya fuera de la CDMX e incluso del puerto de Veracruz, para inspirarse en la gente que se encontraba para darle vida a los personajes que tenía que interpretar.
“Siempre muy callado, observando, lo que permitía que sus personajes fueran tan realistas como pasó con cintas como Cascabel, de Raúl Araiza, una crítica social muy dura al abandono de los pueblos indígenas; con Rafael Corkidi, una cinta muy experimental como Auandar Anapu, en donde interpreta a un profeta iluminado que tiene una comunidad bajo control”, añade López.
Sandra Aguilar Loya