Biljana Cicic-Stanic todavía tiembla al pensar en el dolor, la violencia y la humillación que sintió al dar a luz a su hijo. Un parto por desgracia “banal” en los hospitales de Serbia, donde surgen cada vez más testimonios sobre la violencia obstétrica.
En su living de Novi Sad, una ciudad del norte del país, Biljana relata que pasó mucho tiempo sola en la sala de parto.
Luego llegó el personal hospitalario, las enfermeras la ataron a la cama y llevaron a cabo una práctica consistente en presionar violentamente el vientre de una mujer que está dando a luz para ayudar a expulsar al bebé.
Aún recuerda los insultos del equipo médico. “Todo era violento. Te meten en una cama, te obligan a quedarte quieta mientras alguien te abre violentamente el cuello uterino, te perfora la membrana y te dice que te calles”, describe.
Una historia tristemente familiar en Serbia, donde la violencia obstétrica es común, fruto de una mezcla de valores patriarcales profundamente arraigados y de una legislación que apenas protege a las mujeres.
La tema salió a la luz en los periódicos a principios de 2024, cuando Marica Mihajlovic, una mujer de origen romaní, acusó públicamente a su obstetra de “saltarle encima” y de proferirle insultos racistas durante el parto.
Su hija falleció poco después, una muerte causada por “parto violento”, según la madre.
Su historia desencadenó un torrente de indignación, manifestaciones y empujó a miles de mujeres a hablar.
“Todo el mundo tiene una tolerancia diferente al dolor”, se limitó a afirmar la ministra de Sanidad serbia, Danica Grujicic.
Miedo de dar a luz
Según un estudio publicado en 2022 y basado en centenares de testimonios, las mujeres serbias son regularmente víctimas de violencia en las maternidades, ya se trate de expresión abdominal o de actos realizados sin consentimiento.
Insultos, gritos y humillaciones son también frecuentes, según este estudio. Inclusive en la mayor clínica obstétrica de Belgrado.
“A menudo el personal actúa contra la voluntad de las pacientes”, escriben los autores del informe. “Son atadas con correas si se quejan del dolor, y después del parto, las episiotomías sin anestesia son comunes”, detallan.
Las mujeres que abortan también son objeto de tratos degradantes. “Se las deja solas, obligadas a abortar en la cama”, a veces en habitaciones compartidas con mujeres embarazadas.
Biljana Brankovic, de 37 años, lo experimentó. En 2021, esta residente de Belgrado tuvo que interrumpir su embarazo a las 24 semanas después del descubrimiento de malformaciones muy graves en el feto.
Una vez en la clínica el equipo médico la ignoró, demasiado ocupado mirando televisión, cuenta a la AFP.
“¡Deja de estar histérica!” le dijeron cuando pidió ayuda. “Diez minutos después, sentí las contracciones. Sola, sin enfermero ni médico. Grité durante 10 minutos”, añade.
El equipo médico le hizo un legrado sin anestesia, lo que la dejó estéril, según tres informes médicos.
Un ginecólogo aceptó hablar con la AFP, de manera anónima, y reconoció los problemas planteados por el informe, afirmando, no obstante, que la mayoría de los médicos “hacen bien su trabajo”.
“Los hospitales deben documentar los casos de abuso. La responsabilidad recae en quienes dirigen las instituciones y no sancionan cuando se cometen errores en la sala de parto”, dice.
Sin embargo, sin una reforma y el desinterés reinante de una parte de la clase política, las mujeres serbias que quieren un hijo no tienen más opción que el miedo.
Sladjana Spasojevic, que debe dar a luz en unas semanas, todavía no sabe dónde quiere parir. Los recuerdos del nacimiento de su primer hijo aún la atormentan.
“Mi mayor temor es que no sé a dónde ir. Tengo miedo de ir al hospital y terminar con el mismo médico”, afirma.
AFP