Pedro se salvó por el almuerzo. Justo había dejado de buscar oro en una mina ilegal en el sur de Venezuela para ir a comer y al regresar por poco se lo traga un alud de tierra que dejó al menos 16 muertos.
El desastre ocurrió el martes en la mina “Bulla Loca”, en el estado de Bolívar, donde las autoridades reportan además 16 heridos y 208 evacuados.
Pedro sostiene que “hay más” víctimas.
“Vi a uno de mis amigos pisados hasta la mitad”, cuenta a la AFP este hombre de 46 años que pidió ser identificado con otro nombre por temor a represalias. “Mis compañeros de mina estaban pisados (…). Yo estaba sacando material. Me fui, comí y cuando llegué otra vez al barranco me dio chance de dar un paso atrás. Caí, pero (solo) me aporreé, unos moretones”.
“Comenzamos a sacar cantidad de muertos”, sigue.
“Ese día sin contar los heridos, sacamos 25 muertos, incluidos indígenas”, cuenta. “Yo creo que 30 personas están tapiadas ahí sin exagerar. Eran 500 paleros (mineros informales) en siete u ocho metros. Hay mucha gente enterrada, pero no están limpiando donde en realidad están los muertos, (porque) es peligroso”.
El gobernador de Bolívar, Ángel Marcano, aseguró este viernes que las labores de búsqueda se mantendrán por un mes, aunque no espera encontrar más cuerpos.
“La verdad yo no la oculto”, insistió en contraposición a lo que dicen los habitantes de La Paragua (el pueblo más cercano de la mina), convencidos, como Pedro, de que son más.
Pagos en oro
“Bulla”, en el argot minero, es un hallazgo. Bulla Loca estaba ubicada en tierra indígena, donde está permitida la minería artesanal, aunque esta operación era ilegal según el gobierno.
Marcano anunció próximas reuniones con los mineros en el área para “sacarlos de la ilegalidad” y “crear condiciones de seguridad en su trabajo”.
Las vetas ilegales son regidas por grupos criminales, sostienen ambientalistas y activistas, quienes denuncian “un ecocidio” en la región por la proliferación de este tipo de minería. Miembros de las comunidades indígenas suelen ser captados.
El campamento, según el relato de Pedro, era gobernado por indígenas de la etnia pemón armados, en coordinación con una vieja banda que opera en el área.
Por todo se paga… en gramos de oro: la entrada, la salida, la comida, el uso del refrigerador.
Los “dueños” -quienes tienen brigadas y maquinaria y reciben una especie de “licencia” para la explotación principal de la veta- deben dar un tributo a la comunidad equivalente al 10% de la producción, además de un peaje de “una grama” (equivalente a un gramo de oro o a 52 dólares) por el ingreso y salida de cada minero.
Hacer fotos o video con el celular está prohibido.
“Un embudo”
Las víctimas, según Pedro, estaban en el “vire”, término que se refiere al trabajo en el pedazo de tierra que se le asigna a un palero para buscar lo que queda de oro después de que los “dueños” pasan sus molinos.
Pedro creció cerca de La Paragua y en la minería, aunque hace ocho años que no la practicaba, pues estuvo dedicado a la agricultura. Unos familiares lo convencieron de volver a la actividad y así terminó en Bulla Loca.
Allí vio mucha gente que trabajaba por primera vez en una mina, que “murieron por no tener conocimiento”.
“Imagino que la situación del país los llevó a gastar el poquito dinero que revolucionaron (ganaron) en la ciudad, 100, 200 dólares, porque para llegar allá hay que gastar alrededor de 200 dólares, fuera de la comida”, señala en relación a la crisis sin precedentes en Venezuela, donde la economía se contrajo en una década 80% y llevó a unos siete millones de personas a migrar.
Y el día del desastre, los paleros estaban “hambrientos de sacar oro” e “invadieron” la cantera antes de que terminara el dueño. Una “capitana indígena”, según el testimonio de Pedro, inundó entones la cantera de agua en represalia.
“No se dieron cuenta de que el suelo se estaba abriendo y ya era muy tarde”, recuerda. “Fue como un embudo”.
AFP