“Mucha ansiedad y también mucho cansancio“, confiesa Pedro Gaspar. La fatiga de este bailarín viene de largos meses de exigentes ensayos. La “ansiedad” se explica en pocas palabras: el carnaval de Rio de Janeiro por fin va a comenzar.
“Aquí le llamamos TPC, ‘tensión precarnaval‘, que sentimos todos quienes participamos de una escuela de samba“, dice a la AFP.
Gaspar, de 30 años, gran sonrisa y evidente elegancia, es uno de los “passistas” de Unidos de Vila Isabel, una de las doce prestigiosas escuelas de samba que desfilarán las noches del domingo y lunes en el Sambódromo de Rio.
“El carnaval ya está aquí”, es la frase en boca de todos los locales.
En los últimos días, los “blocos“, procesiones musicales tan modestas como gigantescas, se han extendido por toda la ciudad, atrayendo a multitudes con creativos disfraces que bailan ritmos variados, ebrias de alegría y cerveza.
Pero, como cada año, además del carnaval callejero, la fiesta culminará con suntuosos desfiles en el Sambódromo, con capacidad para 70.000 espectadores.
Diseñado por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, el monumento de hormigón celebra su 40º aniversario.
La samba que suena es centenaria. Pero esta música creada por comunidades negras descendientes de esclavos africanos llevados a la fuerza a Brasil sigue siendo igual de imaginativa y potente.
Carrozas monumentales, bailarines con trajes brillantes y grupos rítmicos sensacionales defenderán los colores de su escuela en una feroz competencia.
AFP