Columna Hábitat
Pese a que el Valle de México y el Valle de Toluca están atravesando la época de sequía más severa de las últimas décadas, la búsqueda de nuevas fuentes de abasto sigue congelada, y las autoridades federales y estatales prefieren mantener la dependencia de seguir extrayendo agua de los acuíferos sobreexplotados y del Sistema Cutzamala (con menos agua). También existe un rezago con la instalación y modernización de las plantas de tratamiento de aguas residuales, que por lo menos cada municipio debería tener una de gran capacidad para limpiar las aguas del drenaje y reutilizarlas.
La propia Comisión Nacional del Agua (Conagua), hasta fines de 2023, tenía una lista de los acuíferos con déficit los cuales abastecen a 16 de las 20 zonas metropolitanas con mayores asentamientos en el país: Toluca, Ciudad de México, Tijuana, Monterrey, Querétaro, León, Ciudad Juárez, La Laguna, Aguascalientes, San Luis Potosí, Mexicali, Saltillo, Culiacán, Morelia, Chihuahua y Veracruz. Y cabe resaltar que, el caso con el acuífero más crítico, es el de la Ciudad de México y Zona Metropolitana (Valle de México), con un déficit de 480 millones de metros cúbicos al año.
A mediados de 2019, el gobierno de la Ciudad de México anunció como un ‘gran éxito’, que cerrarían hasta 2024 un total de 50 pozos en la región oriente de la capital, y la medida tenía como sustento mitigar, tanto la sobreexplotación del acuífero, como los hundimientos en la ciudad. Pero ante la sequía extrema no se han cerrado, al contrario, se siguen rehabilitando otros que ya estaban secos.
Esta medida anunciada no venía acompañada de otras alternativas sustentables de abasto, sólo se reafirmaba el plan de seguir importando agua del Sistema Cutzamala y del Lerma. Sin embargo, en el mismo 2019 empezaba una era de sequía prolongada con graves impactos en todo el país, que hasta la fecha continúa y seguirá hasta el 2027 de acuerdo con pronósticos de la Organización Meteorológica Mundial. Y esto ha implicado que los niveles de las 7 presas del Sistema Cutzamala registren niveles bajos récord y no se vislumbra hasta ahora su recuperación. Tampoco representa una fuente de abasto efectiva el Sistema Lerma, cuya cuenca en el Estado de México, se encuentra afectada por la tala clandestina y cambios en el uso de suelo, y ocurre lo mismo con la Cuenca del Cutzamala (Michoacán-Estado de México).
Vale precisar que en la década de 1940 (del siglo XX) en pleno crecimiento de la mancha urbana se decidió frenar la extracción de agua del acuífero, debido a los hundimientos, y el plan se enfocó a traer agua de las cuencas más cercanas a la Ciudad de México y Zona Metropolitana, siendo las de Lerma y Cutzamala. Las otras tres cuencas, más lejanas, son: Amacuzac, Libres Oriental y Río Tecolutla.
Hasta hoy se estima que el 70% del agua que consume la metrópoli proviene del acuífero; mientras que el Sistema Lerma abastece con casi el 8% y el Sistema Cutzamala con el 21%. Los manantiales, ya casi extintos, aportan el 1% a la ciudad.
De acuerdo con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) actualmente se encuentran en operación 489 pozos, de donde extraen aproximadamente 15 mil 500 litros por segundo. Este volumen que se extrae de los pozos no se reponen en la misma magnitud, por eso la escasez va en aumento.
En 2011, las entonces autoridades del Sacmex retomaron el proyecto del acuífero ultraprofundo (detectado por Pemex en 1986) y conformaron un equipo multidisciplinario para realizar la investigación científica con tecnología petrolera, en el que participó personal del Instituto de Geología de la UNAM, Comisión Nacional del Agua (Conagua), Comisión Federal de Electricidad (CFE), Instituto Nacional de Electricidad y Energía Limpias y de Pemex.
El plan de perforación de pozos exploratorios a 2 kilómetros de profundidad tuvo éxito, y en octubre de 2012 encontraron el gran depósito de agua con buena calidad. Se trató del pozo San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, el cual a partir de diciembre de ese año se conectó a la red de la zona brindando un abasto de entre 70 y 150 litros por segundo.
Si bien se trataba de una nueva fuente de agua con viabilidad técnica-económica, los trabajos de investigación estaban diseñados a 20- 30 años en forma sistemática y con una dinámica de perforación de entre 100 y 200 pozos en ese lapso, hasta comprobar la extensión del acuífero y su capacidad de almacenamiento.
A casi 13 años de la operación del pozo de San Lorenzo Tezonco, sólo hay un total de cinco perforados –dos de ellos ubicados en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, en Iztacalco–, y hasta ahora, sólo han aportado una gran cantidad de gas, dejando pendiente los estudios detallados para liberar el fluido y aprovechar el agua. Otro pozo exploratorio, Santa Catarina, en Xochimilco, tuvo éxito, y a la fecha aporta 105 litros por segundo a la red de Iztapalapa. Y el último pozo profundo, Mirador, ubicado en el Cerro de la Estrella, Iztapalapa, se encuentra en proceso de exploración.
Cuando inició el gobierno de Claudia Sheinbaum (2018-2024), el Sacmex determinó detener el proyecto de exploración de pozos profundos con el argumento de una probable causa de hundimientos del subsuelo.
El desaparecido geólogo Federico Mooser (quien coordinó la perforación de estos pozos exploratorios), me aseguró en una entrevista, que este proyecto del acuífero ultraprofundo no generaba hundimientos, como sí ocurre con el acuífero somero (a casi 300-400 metros de profundidad) y que abastece de agua al Valle de México desde 1850, siglo XIX, calificado como sobreexplotado. “Ambos acuíferos son independientes, no tienen conexión”, aseguró.